miércoles, julio 25, 2007

PARA QUÉ


Para qué romper añicos
si ya están rotos,
dormir sedientos de olvidos
el insomnio de la pérdida.

Para qué llorar rincones de pasado
si ya nada será igual.

Para qué caminar desnuda
en un día de lluvia
si la gota fría no congelará
el recuerdo.

Y vos...
y yo...
estaremos en el mismo bar
con el mismo café, sintiendo aquello
que ya no es.

Tenés razón, che... para qué

Elisabet Cincotta
23/07/2007
derechos de autor reservados

lunes, julio 09, 2007

PEDIDO

Y quién te dijo que no te quiero si le das a mi etapa última, vuelta de tanta andanza sin motivo, la sonrisa . Si le pones negrita de calor, sentencia de vino-brindis a las letras que se deslizan con premura por las calles de un Buenos Aires, siempre gris, pintando de azules cada esquina, luciendo berretines de miradas, vidrieras reflejos de ilusiones, tacto entre manos que hablan el primitivo lenguaje gestual donde no se puede mentir al sueño que renace desde las vísceras íntimas del sentimiento.
Y quién te dijo que no te quiero por dejar que tu alma errante no ancle en un puerto. Vuela... sólo vuela y escribe la historia de este amor antes que amanezca.

Elisabet Cincotta
derechos de autor reservados

sábado, julio 07, 2007

ME GUSTA II


me gusta la mixtura
de sudores en el cenit/
el incienso de quereres
cuando el sol se pone
y en la noche el gozo de los cuerpos

me gusta la arena y las olas
que ondulan el silencio/
los suspiros de placeres
y la pasión que enciende
el encuentro suburbano
en una esquina sin recuerdos

me gusta el abrazo obsceno/
la mano que juega desafiante
y el beso interminable
que deja sin aliento

Elisabet Cincotta

derechos de autor reservados

viernes, julio 06, 2007

DEL TANTO


En la Capital del tanto
extrañó tanta poesía
Allí hubo un sueño
entre obreros, mineros
y calles de adoquines.
Extendió los brazos en espera
siempre por amor en el silencio.

En la Capital del tanto la vio
-y lo jura-
bailar un tango
-pollera al viento-
entre arenas y sollozos.

Tanta fue la perspicacia
de los sones
que más de un malevo
confundió la capital en el mapa.

Ella danzó dejando estelas,
él de tanto amar bebió su vino
y se sentó en la playa a soñarla.


Elisabet Cincotta
derechos de autor reservados