
A mi espalda el tango
susurra cumparsita,
violín y piano.
Aunque me aparte,
en este bar de punks
y trajes blancos,
su melodía, desde
el televisor, me avista,
y retumba acordes
cuando los ebrios del estaño
humean el faso de los sueños
y sollozan lágrimas nostalgia.
El tango duerne,
entre mis manos,
mientras busco el sol
y contorneo el chan-chan
de sus caderas.
©Elisabet Cincotta