se fueron los rojos marchitaron las rosas envejecieron los senos suspiros sin verdes atardeceres sin cielo se fueron las manos tras otras manos otro cuerpo buscaron la eternidad en juventudes desoyeron el canto de los tiempos fumigaron lo perpetuo del amor silencio soledad desazón imperfecto transitar rebelarse a la curvatura/ línea trae de provecho angustia mi mudez llora lloviznas la suya ancla diluvios el universo pregona desamores Elisabet Cincotta derechos de autor reservados
La noche fue noche la luna sin entorno de luciérnagas/ condenada a la inercia -la espera- un tamborilear de dedos vestida de noche la oración -suplicio de horas- el antes y el después/ la vela resplandecía mortífera luz entre las cejas la palabra se dibujaba en garabato mental/ sin sueños las manos expiraban en una taza/ allí -quieta- juegos de humo gris la espera se hizo eterna Elisabet Cincotta derechos de autor reservados
Renazco en vos desde el tango que rima la mañana al anochecer de la garúa del otoño renazco para ser mirada que embruja al bandoneón y aumenta el calor de las caderas y soy mujer despierta -en tanto deseo- que la melodía sueña que la beso renazco en vos furtiva hembra que despereza amaneceres en tu lecho Elisabet Cincotta derechos de autor reservados
Se cae el mi esta tarde dominguera. Se cae sin espanto. El tango duerme entre cantos y la milonga besa su silueta. El bandoneón abraza el pentagrama, el contrabajo tiembla en el lamento y es el piano quien recoge movimientos que ponen la nota entre la pista. Suena la orquesta con soltura, quiere retornar a alguna esquina, adoquín, farol, boliche que perfuma el canto del vaivén y la cadera. Hay nostalgia de pasado, melancolía en silencios. El tango rearma el argumento para latir en tarareos. El mí-el tú y la cadencia se pierden esta tarde moribunda, fueye que nos hace, aún distantes, pasajeros de la vida. Elisabet Cincotta derechos de autor reservados