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Aprendí a amarla una tarde
entre rostros enjutos de protesta.
Lamentos de cenas sinsabores,
cansancio de niños y de escuela.
Ella habla con su soledad a puerta abierta,
el reflejo la mira sin censura.
Agobia la exigencia sin rejas
domina el sollozo de su "suerte".
Aprendí a amarla entre tinieblas,
desesperaciones y tristezas.
Más la amé, esa mañana,
cuando rompió reglas
y salió a buscar su vida
entre playas, sol y vino griego.
Aprendí a no hablar con las paredes,
a besar el día y sostener la madrugada,
caminar de frente, ser yo ante el espejo,
abrazar a la sombra y remontarla.
©Elisabet Cincotta
3 comentarios:
realmente me encantó
espero leerte más :)
después de tanto tiempo dejo una señal de mi presencia en la casa de una amiga a la que no olvido. Hermoso poema Elisa.
pues si lindo, preciso, con imágenes tan logradas. Besos desde mi ser al tuyo, Julia
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