Recordé una película antigua que me había impactado "Danzón" y como no podía permitir que ese tipo, mi tipo, hubiese partido fui cada sábado al bailongo para tratar de hallarlo.
Muchas noches de planchar en la mesa con la ginebra por compañía, no podía bailar con nadie ya. Ese hombre era el hombre, el tango, el motivo.
Demás está decir que recordar su perfume, su aliento y el juego de su mano en mi cintura recreaban todo un jardín primaveral en mi cuerpo. Pensarlo era navegar por las quebradas del deseo, la magia del amor sin palabras, la sensualidad de la danza hecha materia.
Buscar la figura, los ojos era un objetivo del que no podía apartarme.
Las chicas me cargaban, me decían a qué iba si no bailaba.
El quinto sábado... estoy a punto de desistir. Alguna lágrima rebelde empieza a correr por mi mejilla cuando decidida me paro para irme.
Otra vez El abrojito... vino hacia mí su perfume, su mirada, su agarré de hombre, el poder que hace sentirse embriagada de mares, cielos, amarillos y verdes. Suspiro me refriego los ojos secando esa gota de sal llena de tristeza.
-¿Se acuerda? Nos debemos una, creo. ¿Bailamos?
Mi corazón da un vuelco, sé que estoy roja. Me dejo llevar a la pista. Un aroma a mujer enamorada satura el lugar.
Ya no habrá nada en el debe.
Elisabet Cincotta
derechos de autor reservados
Muchas noches de planchar en la mesa con la ginebra por compañía, no podía bailar con nadie ya. Ese hombre era el hombre, el tango, el motivo.
Demás está decir que recordar su perfume, su aliento y el juego de su mano en mi cintura recreaban todo un jardín primaveral en mi cuerpo. Pensarlo era navegar por las quebradas del deseo, la magia del amor sin palabras, la sensualidad de la danza hecha materia.
Buscar la figura, los ojos era un objetivo del que no podía apartarme.
Las chicas me cargaban, me decían a qué iba si no bailaba.
El quinto sábado... estoy a punto de desistir. Alguna lágrima rebelde empieza a correr por mi mejilla cuando decidida me paro para irme.
Otra vez El abrojito... vino hacia mí su perfume, su mirada, su agarré de hombre, el poder que hace sentirse embriagada de mares, cielos, amarillos y verdes. Suspiro me refriego los ojos secando esa gota de sal llena de tristeza.
-¿Se acuerda? Nos debemos una, creo. ¿Bailamos?
Mi corazón da un vuelco, sé que estoy roja. Me dejo llevar a la pista. Un aroma a mujer enamorada satura el lugar.
Ya no habrá nada en el debe.
Elisabet Cincotta
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1 comentario:
Guauuuuuuu amiga, sencillamente, ¡maravilloso!
Como si fuera una película, la historia la miré y al viví contigo.
Estupenda.
Como siempre...un placer leerte.
Besos,
Migdalia
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