sábado, junio 30, 2007

BAILE

Él se acerca. Lo veo, no distingo su rostro, sólo la silueta esbelta, erguida y campaneante.
Lo presiento buscando una noche acompañada. Ahora veo sus ojos, me mira, no puedo sustraerme a cierto encanto sensual que deja estelas.
Observo el salón, el piso, las figuras, el humo gris de la penumbra.
Su mano me toma, no me resisto. Proclamo bandera de tango cuando su mano dirige el baile. Somos dos por un instante, uno por la eternidad del ritmo. Ambos sentimos la música, garabateamos imágenes, la melodía nos penetra, auguramos placeres silenciosos. La cadencia se hace lustre entre baldosas. El bandoneón nos llora ausencias, nosotros presentes, hoy rotamos la historia.
Soy pieza maleable en sus manos, me dejo, me venzo, su respiración me vence, me acompasa. Si en este momento me hablara nada retendría mi hacer, sumaría mi cuerpo a su cuerpo.
Los últimos sones, nos separamos miro sus ojos, espero su mano. Me guía hasta mi mesa y se va... no lo puedo creer... se va.
Arranca la orquesta, El Abrojito, espero su llegada acalorada, renacida de tantas soledades, embebida de nostalgias para compartir en alguna cita, una cita entre brazos y pasiones, deseos, perfiles nocturnales y ojos melancolía.
Nada, allá lejos lo vislumbro. Un tipo me pide bailar como antaño... y bue, hago tripas corazón y aceptó.
Otra vez la soledad, él se fue a la barra, y yo como una tarada mirándolo de reojo a la vez que intento que mi pareja no me pise más.
Vuelvo a la mesa. La puta madre... milonga, desde aquí lo veo romper baldosas, cómo baila este hombre, podría estar toda una vida a su lado.
Pero como dicen los pibes ya fui.


Elisabet Cincotta
derechos de autor reservados


1 comentario:

Migdalia B. Mansilla R. dijo...

¡Que me gusta un mundo!
Seguiré la historia, que indudable saldrá de tu pluma y talento.
Besos,
Migdalia